Ellos saben que -inevitablemente- dentro de unos años quedarán ciegos. Pero mientras sus ojos puedan ver, aunque sea un poco, están decididos a que el viento los despeine sobre una bicicleta. Atesoran paisajes, puestas de sol, amaneceres, rutas, montañas, ríos... para recordarlos siempre. Tauru Chaw y Christiana Bruchok se conocieron hace ocho años en la empresa en la que trabajaban. Ella había organizado un almuerzo para instruir al personal sobre cómo había que trabajar con personas que padecen discapacidades visuales. Allí estaba Tauru.
Él sufre una enfermedad congénita que con el tiempo va disminuyéndole la visión. Le cuesta ver entre luces y sombras y por las noches. Ella tiene una miopía severa que ya la dejó ciega del ojo derecho. Ambas patologías son incurables.
Cada uno por separado no podría manejar una bicicleta, pero juntos potencian sus capacidades y forman un excelente equipo. "Yo soy mejor para ver las cosas por la izquierda y él la perspectivas de todo el camino", explica Christiana con una sonrisa. Así recorren todo el continente americano. Comenzaron el 19 de enero en Ushuaia y planean terminar en junio de 2013 cuando lleguen hasta Alaska.
En el camino van contactándose con escuelas para ciegos, a las que visitan para dar charlas sobre la travesía. Además de disfrutar de la vida y recorrer parte del mundo, uno de los mayores objetivos es crear conciencia. Demostrar que no hay barreras ni límites mientras existan proyectos y ganas. Básicamente, que no hay discapacidades que impidan lograr lo que se proponen.
Taurus nació en Vietnam. Tiene 42 años, pero cuando tenía apenas 5 se trasladó con su familia a Estados Unidos. Christiana, de 31 años, es oriunda de Pennsylvania y trabaja en el estado de Arizona. Desde que se cruzaron en el camino supieron que la vida les estaba dando una oportunidad única. Compraron una bicicleta tándem (doble) y le cargaron todo lo que necesitarían para el camino: carpa, bolsas de dormir, ollas, alimentos... y se lanzaron a la aventura. Primero recorrieron América del Norte, también escalaron montañas e hicieron turismo aventura. Luego decidieron que querían recorrer el continente de punta a punta.
Afirman que durante el viaje fueron conociendo personas que los ayudaron, que les ofrecieron techo y comida. En Argentina se hicieron fanáticos del membrillo -primera vez que lo probaban- del dulce de leche y de las empanadas. No saben si este será el último gran viaje en el que puedan ver, pero están seguros de que no se detendrán nunca.